Bitácoras antropológicas: otra visión de los huertos orgánicos

“Llego al huerto a eso de las 15:00 hrs, antes de tocar la campana para llamar a la puerta, veo a Stephanie guiando a un grupo de personas por el huerto, en el sector de las arvejas junto a la entrada, por lo cual, noto que ya ha empezado la sesión. Me hace una señal de saludo y un joven que desconocía me abre la puerta y me invita a dejar mi bicicleta en la bodega, por fuera de la casa. En estos momentos me cuenta que se llama Sebastián y me entero que es uno de los socios del huerto. En esta oportunidad, debido al taller y a las personas que llegaron a aprender sobre los cultivos verticales, él es el encargado de recibir a quienes llegan. Pronto me incorporo al grupo, dejo mis cosas en la cocina, guiada por Eli, otra socia que conocí el día del bazar. Del mismo modo noto que está Rodrigo, también socio, apoyando a Stephanie con el tema de los materiales durante la realización del taller.

En el momento en que me incorporo, noto el grupo de personas inscritas, en su mayoría mujeres, un matrimonio joven que espera a su primer hijo, otra pareja de adultos mayores que tal como Stephanie comenta son los padres de Ítalo, uno de los socios. En total el taller estaba compuesto por trece personas, incluyéndome como participante.

Después de un breve recorrido por el huerto, Stephanie comienza explicando la idea de los cultivos verticales, nos dirigimos hacia la mesa del centro, debajo del parrón, en donde había un amplio número de botellas plásticas y envases de yogurt. Muy cerca, junto a la ventana de la galeria de la casa, se había dispuesto un par de tarros con piedras y tierra, la misma que habíamos estado removiendo el jueves, la que se destinaba ahora para el relleno de los envases. De esta manera, Stephanie nos explicó cómo llenar las botellas, primero con piedras en el fondo y luego con la tierra, para después hacer dos orificios en la parte superior de la botella para cruzar un palo de bambú con una cuerda al medio, la que se estiraba por la boca de la botella y quedaba lista para colgar, es decir, un cultivo de tipo vertical.

Luego nos mostró una forma para unir varios envases de yogurt, destacando las bondades de hacerlo con cable, éstos también se rellenan con tierra, quedando listos para sembrar y colgar. Este tipo de técnica es apropiado, especialmente, para los almácigos o plantas pequeñas. De modo que se pasa un cable, cordel o pitilla entrelazando los envases pequeños, quedando listos para colgar.

Después de estas instrucciones, nos dividimos en dos grupos, uno de los cuales se dedicaría a preparar los envases de yogurt con semillas de acelga y caléndula, mientras que el otro trabajaría con la técnica de las botellas. A mi me tocó participar con el grupo de los envases de yogurt, junto a una joven estudiante de Letras llamada Rosario, su amiga música y la joven pareja que esperaba a su primer hijo. La estudiante de letras asistió junto a su hermana y su amiga, enterándose de esta actividad mediante el blog del huerto. La chica que había estudiado música, hasta hace poco tiempo vivía en El Arrayán, en donde me contó, siempre tuvo “chacra”, por lo que: “ahora que me vine a la ciudad, en la casa donde vivo con unos amigos queremos hacer un huerto, el patio es grande”, esta casa se encuentra ubicada en Ñuñoa, según me contara.
La pareja joven también se enteró por medio del blog. Ella se encuentra en su quinto mes de embarazo y comenta que trata de evitar aquéllos alimentos que contienen químicos. Ambos son originarios de Temuco, por motivos de trabajo de él se mudaron a vivir a Santiago, situación que ha sido un tanto difícil, en términos de adaptación al ritmo de la ciudad.



Ella es abogada y se encuentra trabajando en un Corporación de Asistencia Judicial en la comuna de Maipú “me cansa mucho el traslado”, asegura, viven en un departamento en Ñuñoa y ella afirma que: “queremos ir cambiando de a poco nuestro modo de vida”, ella desea colaborar en las labores del huerto durante su período prenatal, pues considera que el contacto y trabajo con la tierra favorecerá el desarrollo de su hijo. Él es constructor y pianista, deseando dejar parcialmente su trabajo en una constructora para dedicarse a la música. Es así como vamos conversando, esto y mucho más, mientras vamos rellenando los envases de yogurt, uniéndolos con el cable y poniendo las semillas que Rodrigo nos ha pasado. Luego terminamos y debemos cambiar de tarea, por lo que buscamos las botellas y cedemos nuestro espacio para intercambiar con el otro grupo, compuesto por una mujer mayor que iba comentando en voz alta muchas de las cosas que Stephanie explicaba, argumentando y contando elementos de su propia experiencia. Ella y su hija se habían enterado del taller por medio de la revista VIVE, entregada por la empresa VTR, en donde, según contaron, aparecía un artículo sobre alimentación saludable y algunos lugares de Santiago donde se hacía alguna actividad al respecto. En este espacio, entonces, apareció el Huerto Orgánico Comunitario Hada Verde. También se encontraba la hermana de Rosario, quien estudió arte y al igual que ella se encuentra ávida por conocer nuevas formas de alimentación y autoproducción de alimentos.

Una vez que ambos grupos terminamos las labores de los envases, Stephanie dio inicio a la segunda parte del taller, relacionado con el cultivo vertical en cilindros, de malla y de tubos de pvc. En primer lugar nos mostró el cilindro de malla más alto, el mismo que habíamos estado construyendo el jueves recién pasado, aludiendo a que se trata de una cama pero en forma vertical, por lo que su planificación para el cultivo puede ser similar a la que se hace para una cama en el suelo, de modo horizontal. Nos mostró cómo armar el cilindro, uniendo la reja, cociéndola con alambres, para luego darle estabilidad mediante el relleno con piedras hasta una altura de unos 20-25 cm, para finalmente recubrir sus costados con cartón y dejarla lista para el llenado con tierra. Para llevar a cabo el riego, se introduce un tubo de pvc, con varios orificios, en el centro del cilindro para así repartir su humedad entre las plantas que se posicionan a lo largo de la estructura.


Después de los cilindros de malla, llegó el turno de los tubos de pvc, Stephanie hace la demostración de cómo ir cortando, con una sierra, los orificios necesarios para posicionar una planta, nos cuenta acerca de la separación justa, la forma del orificio y lo necesario que resulta tapar con una cinta el extremo del tubo.

Me ofrezco como voluntaria para comenzar con el corte del tubo y noto que se hace un trabajo físico importante, por lo que se instala por unos momentos, el tema de cómo poder hacer los orificios de un modo más rápido y más fácil. Entre las divagaciones del grupo el constructor alguien agarra la sierra y hace varios orificios más, mientras converso con una de las chicas de mi grupo sobre su interés por hacer una huerta en su casa, ubicada en las cercanías de Isla de Maipo. Ella es mamá de tres hijos, hace un tiempo vive en la casa que fuera de su madre, la que murió hace varios años: “mi mamá siempre tuvo huerta, tenía de todo, tomates, zapallos, choclos, hierbas medicinales de todo”, me cuenta que siente las ganas de retomar el trabajo que su madre hacía, haciéndose el tiempo necesario para lograrlo, incluyendo en la labor a sus hijos. Fue su sobrina quien la invito a participar de este taller, sintiéndose muy entusiasmada con la idea, sobre todo por coincidir con sus anhelos presentes de volver a cultivar la tierra.

Pasado las cinco de la tarde las tareas fijadas en el taller terminan y comienza un correteo por la cocina, Stephanie y Eli se apresuran para servir un rico kitsch de verduras que la misma Stephanie había preparado con productos de la huerta quien nos comentó que: “me acosté a las cinco de la mañana preparando todo”. Mientras esto ocurría, yo me dirigí hacia el sector de las gallinas para conversar un poco más con Sebastián, quien se encontraba observándolas. Hablamos acerca de lo grande que están, la llamada “Guerrillera”, según él parece que será un gallo, riéndonos ante la posibilidad de que las gallinas se reproduzcan. Me cuenta que la vida útil, en términos de poner huevos, no supera los siete años, de los cuales sólo ponen sus tres o cuatro primeros años, entonces: “¿qué vamos a hacer con todas estas gallinas viejas?”, se pregunta Sebastián con un tono sarcástico. Luego llega la pareja joven y comenzamos a hablar de la gallina araucana, ella nos habla con gran propiedad del pueblo mapuche de su sustento como cultura nómade, entre Argentina y Chile por la Cordillera de Los Andes, Sebastián prestaba gran interés y parecía no saber mucho de lo que hablábamos, mostrando gran sorpresa de, por ejemplo, la cultura del piñón y por la vida de otros pueblos en las zonas australes de Chile, en cuanto a sus dietas, la práctica de la recolección de frutos, de mariscos y caza. Sebastián es agrónomo y afirma que: “me gusta esto de las plantas, pero más la onda estética, las plantas más ornamentales”.

Luego nos reunimos junto a la mesa, ofrezco mis mazapanes y almendras, teniendo una buena aceptación entre los participantes que terminaban de degustar el kitsch. Finalmente Eli y Rodrigo ayudan a Stephanie a distribuir una especie de cuestionario en donde se pregunta a los participantes su nombre, su ocupación, además de cómo se enteraron de la existencia del huerto, de la actividad y por qué se interesaron. Todos y todas se retiran muy satisfechos y animados para poner en práctica lo aprendido en este taller, le preguntan a Stephanie por nuevas actividades y se despiden llevando sus botellas y envases de yogurt con sus respectivas plantas.”


Escrito por Sofía Hernández
Sofía es mamá de una linda niña de dos años llamada Maitén. Estudió antropología en la Universidad Bolivariana y está desarrollando su trabajo de tesis en el tema de la Agricultura Urbana en Santiago. Su interés principal, es conocer el sentido que atribuyen las personas al hecho de tener o trabajar un huerto. Hace mazapán para aportar a la economía doméstica y vive en Ñuñoa junto a su familia, Tom y Maitén.
Cómo parte de su trabajo de campo, se ha involucrado en varios proyectos de huertos urbanos en El Bosque, Nuñoa y Providencia, conociendo de primera fuente cómo se desarrolla los distintos grupos y organizaciones, que involucran personas de todas las edades. Asiste al Huerto Hada Verde desde hace aproximadamente 3 meses, aportando con su trabajo, su visión antropológica y su calidez.

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